Chapter 74
Capítulo 74
Alberto y doña Isabel le pidieron a Mario que se quedara.
Mario sonrió: -Entonces respetaré su decisión...
En ese momento, la voz fría de Raquel lo interrumpió: Él no se quedará a cenar.
Mario se quedó rígido y miró a Raquel.
Raquel también lo miró: -Acabas de salir de prisión. No quiero que pongas los pies en casa
Díaz de nuevo.
Al escuchar esas palabras, el ambiente se volvió inmediatamente tenso y delicado.
Doña Isabel se quedó paralizada y miró a Mario con sorpresa: -¿Mario, estuviste en prisión?
Raquel no mostró expresión alguna: -Sí, estuvo diez años en prisión.
Doña Isabel, aún asombrada, preguntó: -¿Mario, por qué cometiste un crimen?
Mario miró a Raquel: -Doña Isabel, si quiere saber qué crimen cometí, pregúntale a Raquelita.
Ella lo sabe mejor que nadie.
Mario le lanzó la pregunta a Raquel, queriendo ver si ella revelaba la razón de su
encarcelamiento a doña Isabel y Alberto.
Raquel percibió su intención, pero no dijo nada.
Fue entonces cuando doña Isabel intervino para mediar: -Si Mario ha criado a una hija tan buena como Raquelita, no puede ser una mala persona. Todos cometemos errores, lo
importante es saber corregirlos.
Viendo que Raquel no respondía, Mario mostró una sonrisa triunfante: -Entonces no me quedaré aquí a cenar. Pero, presidente Alberto, me gustaría hablar a solas con usted, ¿le parece bien?
Raquel quería decir algo, pero Alberto le apretó ligeramente el hombro antes de hablar: -Está bien, vamos al despacho.
En el despacho.
Mario siguió a Alberto al interior. La decoración en blanco, negro y gris del lugar era discreta pero de un gusto refinado, y el lujo que emanaba de la mansión, junto con su estilo aristocrático, sorprendió nuevamente a Mario.
Había algo que Mario decía de corazón: durante esos diez años en prisión, en verdad pensó en
Capitulo 74
Raquel día y noche.
Raquel le había dejado ciego de un ojo, y él la había odiado tanto por enviarlo a la cárcel. No lo olvidaría jamás.
Lo que más le sorprendió fue que ella misma se hubiera casado en una familia tan rica y
estuviera viviendo tan bien.
De ahora en adelante, no pensaba dejarla escapar.
Mario miró a Alberto: -Presidente Alberto, Raquelita fue enviada al campo desde pequeña, no
estudió mucho. Sé que ella está tratando de alcanzar lo que no podía... Es obvio que ella subió de estatus gracias a usted...
Los ojos oscuros y fríos de Alberto se fijaron en el rostro de Mario, y sus labios esbozaron una ligera curva: -No, ella es muy buena.
Mario se quedó sorprendido.
Alberto continuó: -¿Eso es todo lo que querías decir?
Mario se encontró con la mirada penetrante de Alberto, que lo observaba tranquilamente desde lo alto. Era una mirada llena de peligro y profundidad, como si pudiera ver a través de élnoveldrama
con solo un vistazo.
Mario se sintió incómodo e inexplicablemente culpable. Forzó una sonrisa: -Así es, presidente Alberto. Justo acabo de salir de prisión y ahora tengo algunos problemas económicos. No sé si podría...
Alberto no mostró ninguna emoción, solo levantó una ceja: -¿Quieres dinero?
Frente a un hombre como Alberto, Mario se sintió algo avergonzado, pero aun así, no dejó de ser codicioso y dijo sin rodeos: -Sí, presidente Alberto. Después de todo, soy el padre adoptivo de Raquelita, ¿sería lo justo que ustedes me ayuden con algo de dinero...?
Alberto se sentó en la silla de oficina de cuero negro: -Está bien. ¿Cuánto es lo que
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