Chapter 63
Capítulo 63
Raquel exclamó: -¡Presidente Alberto, te has convertido en una víctima!
Alberto apretó sus finos labios en una curva fría. En realidad, ya había notado algo extraño en
su cuerpo..
Ambos estaban escondidos detrás de las cortinas, su cuerpo delicado pegado al suyo, con su suave palma cubriéndole la boca. Sentía como si su cuerpo se incendiara, y su corazón se estaba
acelerando.
Él había sido víctima de un fármaco.
Alberto extendió la mano y agarró el delgado brazo de Raquel, llevándola consigo.
Fuera, todo estaba hecho un caos, con una multitud de personas apretadas, todas observando la pelea entre las tías, sin que nadie les prestara atención a ellos.
Alberto condujo a Raquel fuera de la casa Pérez, subiendo a su lujoso Rolls- Royce.
Francisco, con respeto, preguntó: -Presidente Alberto, ¿a dónde vamos?
Alberto: -Vamos a la villa de los Ángeles.
Raquel fue llevada por Alberto a Villa de los Ángeles, un lugar al que nunca antes había tenido
acceso.
Villa de los Ángeles era la casa de soltero de él, y antes no tenía derecho a entrar allí. No podía creer que, ahora que Alberto había sido afectado por la droga, la hubiera traído hasta aquí.
Alberto la dejó en el dormitorio principal: -Quédate aquí quieta, no te muevas. Raquel asintió: -Oh.
Alberto giró y se dirigió al despacho.
En el despacho, Alberto se quitó el traje para relajarse. Francisco, en voz baja, reportó: - Presidente Alberto, he investigado. En la fiesta de cumpleaños de esta noche, fue María quien ordenó la perfumería afrodisíaca para atraer a la señora Raquel a la habitación. María quería que su sobrino Gonzalo destruyera a la señora Raquel, pero debido a un error, quien terminó debajo de él fue Rosa.
Alberto sonrió ligeramente, con una expresión difícil de descifrar: -No hay tantos errores. Raquel usó la trampa de María para contraatacar. Ella cambió su lugar por Rosa, y así se desató todo en la fiesta.
Capitulo 63
Francisco entendió al instante: -Presidente Alberto, la señora Raquel es en verdad
impresionante.
Un solo hombre controlando toda la familia Pérez. ¿Cómo no iba a ser impresionante?
Alberto recordó cómo, días atrás, Ana había causado un escándalo que Raquel había destapado
sin levantar la voz.
Luego, en el bar, con una sola frase, Raquel había logrado destruir la falsa relación entre Ana y Rosa, esas hermanas de fachada.
Y ahora, ella le había dado a doña Sara un cumpleaños que nunca olvidaría.
Alberto pensaba en Raquel como una planta resistente que sigue creciendo hacia el sol, a pesar de cualquier tipo de circunstancias se te presentasen. Un pequeño cuerpo que ocultaba una gran energía.
Al principio la había visto solo como una ama de casa que giraba alrededor de él, pero poco a poco comenzó a darse cuenta de que era mucho más.
Ella parecía tener muchas facetas, y sus ojos atraían a los demás, haciéndolos
caer en su
trampa.
Francisco comentó: -Presidente Alberto, María es la mamá de la señora Raquel. Si ella le ha hecho esto, en verdad la señora Raquel es una víctima.
Alberto sintió un leve movimiento en su corazón. Era cierto, era una víctima, vulnerable y conmovedora.
Raquel permaneció en el dormitorio, sin atreverse a moverse.
Era su habitación, y Raquel la observó curiosa. La decoración era lujosa pero
discreta, con un toque de frialdad, tal como su dueño. [13
En ese momento, una voz profunda y magnética la sorprendió: -¿Qué estás mirando?
Raquel giró la cabeza y vio a Alberto.
No sabía en qué momento había regresado.
Raquel, como si la hubieran atrapado in fraganti por una infidelidad, se dio cuenta de que él seguramente había visto cómo observaba su habitación. Sintió vergüenza y dio un paso atrás, algo incómoda.
Pero su rodilla golpeó el borde de la cama, perdió el equilibrio y cayó sentada sobre su gran
cama.
Raquel no pudo evitar sentirse avergonzada. ¿Dónde estaba un agujero para esconderse?
Intentó levantarse, pero Alberto ya había caminado hacia ella, de pie frente a su pequeño
cuerpo.noveldrama
Ella estaba sentada, él de pie, y con su altura de casi que dos metros, solo podía mirarlo hacia arriba: -Eh... ¿has encontrado el antídoto? En realidad, puedo ayudarte.
Raquel intentaba aliviar la incomodidad.
Alberto, con los ojos entrecerrados, la miró. Sus labios finos se curvaron en una expresión juguetona: -¿Ayudarme?
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