Chapter 62
Capítulo 62
Patricia gritó: -¡María, esto fue una obra que tú planeaste, ¿verdad? ¡Querías que tu sobrino destruyera la honra de mi hija Rosita en su fiesta de cumpleaños! ¡Eres tan malvada!noveldrama
Ana intentó intervenir: -No es así...
-¡Cállate! -Patricia empujó a Ana lejos de ella.
Ana chocó contra la pared y se golpeó la frente, dejándose una marca roja.
María, enfurecida, se acercó rápidamente y agarró a Patricia del brazo: —¡Te atreves a golpear a Anita!
Patricia, al instante, le tiró del largo cabello a María y, con sus uñas afiladas, la rasguñó en la cara: -¡María, ¿quién te crees que eres?! ¡Eres tan despreciable que te casaste con el hermano de su propio esposo!
Con el creciente poder de la familia Pérez, el pasado oscuro de María había quedado en el olvido, pero ahora, Patricia lo había sacado a la luz frente a todos.
La gente comenzó a murmurar entre sí: —¿María se casó con el hermano de su esposo?
-¿No lo sabías? El primer esposo de María era el hermano mayor. Cuando él murió, ella se
casó con su hermano menor.
¡Tener relaciones con el hermano mayor y luego con el hermano menor! Eso es en verdad escandaloso.
María también se enfureció y comenzó a pelear con Patricia: -¡Cállate! ¡Voy a hacer que te calles para siempre!
Las dos mujeres luchaban como si fueran campesinas maleducadas. Alejandro intentó intervenir, pero Ricardo, con un puñetazo, lo hizo retroceder y le hizo sangrar la nariz.
Rosa también sujetó a Ana, y ambas se empujaron mutuamente. Las dos familias estaban en medio de una pelea descontrolada.
Doña Sara, desconcertada por cómo su fiesta de cumpleaños se había convertido en este caos, gritó desesperada: —¡Basta! ¡Dejen de pelear!
Con un fuerte ruido, María y Patricia se estrellaron contra una mesa, derribando todos los postres, que cayeron al suelo y se esparcieron por todas partes. -¡Mis postres!
En ese momento, María y Patricia chocaron con una caja, y la pintura de Autorretrato que Alberto le había regalado también cayó al suelo, rompiéndose bajo sus pies.
Capitulo 62
Doña Sara, desesperada, se sentó en el suelo y gritó: ¡Mi pintura! ¡No pueden hacer esto, hoy es mi cumpleaños!
Fuera, las familias seguían peleando. Raquel, escondida detrás de la cortina, observaba todo
con frialdad.
Este era el regalo que le había dado a María.
Ella había sobornado a una sirvienta para que, de manera intencionada, derramara bebida
sobre el vestido de Rosa.
Así, se había desatado todo este drama.
Raquel observaba la pelea entre las dos familias, y nadie entendía mejor que ella
la falsedad y el egoísmo de todos. Sabía que, si la persona debajo de Gonzalo hubiera sido ella, ambas familias se habrían unido para derrotarla, pero si algo tocaba sus propios intereses, se
volverían inmediatamente enemigos.
La fiesta de cumpleaños número 80 de doña Sara, efectivamente, había resultado ser muy animada. Raquel cerró los ojos un momento, ocultando la mirada fría y afilada en sus ojos.
En ese momento, una voz grave y magnética resonó: -¿Puedo quitarme las manos de
encima?
Raquel entonces se dio cuenta de que ella y Alberto estaban escondidos detrás de la cortina, y que aún estaba tapándole la boca con la mano. Su palma suave tocaba sus labios delgados y
sensuales.
Raquel retiró rápidamente su mano. Alberto no formaba parte de sus planes, y aún no comprendía por qué estaba allí.
¿No debería estar con Ana?
En ese momento, Alberto levantó su mano y ajustó su corbata alrededor de su cuello: Raquel.
Él pronunció su nombre.
-¿Qué sucede?
Alberto la miró: -Creo que estoy muy caliente.
¿Caliente?
Raquel vio sus ojos, los cuales ahora ardían con un deseo apasionado.
Su corazón dio un vuelco. Algo no estaba bien. Él había inhalado el perfume afrodisíaco que
quedaba en el aire de la habitación.
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