Chapter 100
Capítulo 100
Ramón miró a Alberto: -Alberto, ¿por qué no dices nada?
El rostro tan apuesto de Alberto no mostró ningún cambio de emoción: -¿Ella ya lo dijo todo?
Lo que ella diga, eso es lo
que
vale.
Raquel se sintió algo incómoda: -Presidente Alberto, señor Ramón, sigan conversando. Yo
me voy.
Raquel salió.
Ramón se acercó a Alberto, visiblemente molesto: -Alberto, deberías ser más comprensivo.
Alberto levantó la mirada, confundido, y miró a Ramón.
-Cuando yo y Raquel estemos juntos, deberías encontrar una excusa para irte y darnos la oportunidad de estar a solas. ¿Entiendes?
Alberto permaneció en silencio.
Este era su oficina. ¿Acaso él era el que sobraba aquí?
Alberto, con un tono irritado, dijo: -Entonces, vayan ustedes.
-No, Alberto, ¿qué actitud es esa? Soy tu mejor amigo. ¿No deberías ayudarme?
Y además, antes tú apoyaste que yo persiguiera a Raquel.
Alberto se quedó en silencio.
Raquel aún era su señora Díaz, y a él no le agradaba mucho la idea de que su amigo estuviera persiguiendo a su esposa.
Alberto torció ligeramente los labios y, de manera indiferente, dijo: -Tú eres un experto en el campo del amor. ¿Hay alguna mujer que no puedas conseguir?
-Raquel es diferente. Ella es demasiado pura. Tengo miedo de asustarla. Alberto se detuvo un momento. ¿Pura?
Su pequeño y delicado rostro era puro, su belleza era innegable, con una estructura ósea que enamoraba, pero quien lo besaba en su pecho era ella. Quien metía sus manos en su ropa
también era ella.
Alberto recordó la noche anterior, y esa sensación suave y electrizante parecía expandirse por su cuerpo, como si fuera una onda que se deslizara por su
columna vertebral, hasta explotar como fuegos artificiales en su cerebro: brillante, confusa, perdida.
Capítulo 100
Con solo pensar en la noche anterior, Alberto sentía que su mente se desordenaba.
Ella no era nada pura en ese sentido.
Ella lo entiende muy bien.
No solo su apariencia atraía a los hombres, sino que también sabía cómo mantenerlos cautivos
en la cama.
Una mujer como ella, con una apariencia tan pura pero tan experimentada en el amor, ningún hombre podría resistirse.
Alberto no respondió a lo que Ramón dijo.
En ese momento, Francisco entró rápidamente y, en voz baja, informó: - Presidente Alberto, la señora Raquel se ha ido, ella se ha dirigido directamente al lugar de la rueda de prensa.
¿Cómo?
¿Ella fue sola a la rueda de prensa?noveldrama
Alberto apretó los labios en una línea fría y decidida. Ella le había dicho que se
encargaría de todo, y él pensó que encontraría alguna forma de evitar la rueda de prensa. Pero no había imaginado que ella iría sola al evento.
¿Qué estaba haciendo?
¿Acaso iba a meterse en más problemas?
Alberto se levantó de inmediato, dando largos pasos hacia la puerta: -Preparen el auto, vamos al evento de la rueda de prensa.
Quería ver qué estaba tramando ella.
Ramón rápidamente lo siguió: -Alberto, llévame contigo.
La rueda de prensa era imponente, con las treinta y seis principales agencias de noticias de Solarena presentes. Los periodistas, emocionados, no paraban de disparar sus cámaras con un constante "clic-clac“.
Mario, frente a las cámaras, volvió a ser el hombre humilde y arrepentido. Con lágrimas en los ojos, comenzó a hablar: -Raquel, aunque es mi hija adoptiva, siempre la traté como a una hija biológica...
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