El empresario del corazon roto

Chapter 20: La vie en rose



Chapter 20: La vie en rose

Isabel se queda en silencio por un momento, supongo que tratando de asimilar lo que le acabo de

pedir. Tal vez piensa que es una broma mía o que le estoy poniendo alguna prueba pero no, lo deseo,

el deseo de sentir sus labios ha ido creciendo poco a poco desde que la conocí por primera vez.

Surgió por la manera en cómo se quita el azúcar y el chocolate con suaves movimientos con la lengua,

esa sonrisa sincera que me da, cómo se muerde el labio inferior cuando piensa o trata de decidir algo,

la manera en qué habla o se expresa, las palabras que dice. Ella no lo sabe pero es de su boca de la

que estoy enamorado.

La abrazo un poco más cerca a mi, el calor de nuestro cuerpos crece por la proximidad y ella me sigue

observando atenta esperando algún tipo de reacción o cambio de opinión de mi parte, pero no lo

habrá, por primera vez en estos años, siento deseo y es por ella.

—Bésame.— Repito un poco mas bajito.

Isa se para sobre las puntas de sus pies y tímidamente roza mis labios. De nuevo toda esa electricidad

recorre mi cuerpo provocando que se anime, que reviva que toda la sangre fluya y active cada

partícula, parte y célula de mi cuerpo. Ella espera un poco mi reacción que simplemente es una

sonrisa, y de pronto renace en mí ese Quentin osado y apasionado que solía ser antes y la tomo de la

cintura para sentarla sobre el muro y quedar justo a la altura de mi rostro.

—Bésame de nuevo.— Le pido

Ella sonríe nerviosa, acaricia mi rostro con su mano y se acerca ligeramente a éste. Siento su aliento

cerca de mí, tan cerca que me excita en todos los sentidos, me da ansiedad, pero no por entrar a un

ataque sino porque muero por volver a sentir esa electricidad que me hace sentir... humano.

Isabel se muerde primero los labios, luego rosa los míos y esta vez soy yo quien me prendo a ellos

para no dejarlos ir. Nos damos un beso pequeño uno de prueba para saber qué ambos estamos bien yC0pyright © 2024 Nôv)(elDrama.Org.

aceptamos lo que está pasando. Por un instante nos vemos a los ojos y ahí está reflejando en ella el

deseo, contagiado por mí, y así, después de esa mirada, Isa regresa a ellos y los besa.

Sus labios calientes comienza a calentar los míos y poco a poco el calor va bajando por mi garganta,

se refugia un momento en mi pecho y se va esparciendo por el resto del cuerpo. Siento como ese

calor derrite la nieve bajo mis pies y alerta los poros de mi cuerpo. Ella sabe a una mezcla de

chocolate con azúcar sabores que ya no serán lo mismo después de esto, su olor a jazmín invade mis

sentidos los penetra formando una increíble esfera floral que podría llamar mi paraíso personal.

Una sensación de cosquilleo comienza en mis labios, mientras ella los mueve de una manera tan

sensual que me hace perder el control de todo, o más bien, me hace admitir que desde que ella entro

a mi vida no tengo control de nada. Mi mente en este momento es un caos, un caos ordenado, que me

hace pensar que todo está bien que todo alrededor es perfecto y al estar en París, cerca de la Torre

Eiffel, entre sus brazos siento que vivo la vie en rose, por lo que comienzo a recordar la letra de la

canción en mi mente musicalizando este momento.

La nieve sigue cayendo sobre nosotros, cubriendo su hermoso cabello que en contraste con el color

de sus rizos le da un un aspecto más allá de lo hermoso que ni la Ciudad de la Luz lo podría opacar.

Pego mi cuerpo al suyo, un poco más, atrayendo el suyo, comienzo a besarla con intensidad, como si

su boca fuera lo que necesito para sobrevivir. Ella mantiene sus manos al borde del muro para no

caerse hacia atrás, pero puedo sentir cómo su cuerpo relajado se deja llevar al igual que el mío.

Nos separamos por un momento y nos vemos a los ojos mientras tomamos aire. No hay palabras sólo

miradas, lenguaje corporal y respiraciones un poco más agitadas de lo normal. Mi cuerpo arde, mis

labios cosquillean, y un rush de adrenalina sube desde mis pies hasta mi cabeza con el único motivo

de anunciarme que yo no moría hace cuatro años en ese accidente y que estoy tan vivo que puedo

disfrutar de sus carnosos y dulces labios.

—¿Estás bien?— Pregunta ella al ver sentir mi corazón agitado, ya que su mano yace sobre mi pecho.

Asiento con la cabeza y ahora con más confianza la vuelvo a besar, volviendo a acoplar nuestros

labios, coordinando nuestra respiración y juntando aún más nuestros cuerpos. La ansiedad se ha ido y

ahora llega la confianza, el poder tocar ligeramente con los dedos su cuello, jugar con los rizos de su

cabello, el sentir sus dedos caminando por parte de mi espalda, sus ligeras por mi pecho, el pequeño

gemido que hizo cuando nos volvimos a separar que fue el sonido más excitando que he escuchado y

después ese color rojo que subió por todo su rostro.

Nos quedamos un momento ahí, sin movernos, como si hacerlo deshiciera toda la atmósfera que se

ha formado entre los dos. No hablamos, no hacemos nada, simplemente respiramos un poco agitadas

y nos vemos a los ojos esperando la respuesta. Siento como si este hubiera sido el primer beso que

he dado en toda mi vida o tal vez he pasado tanto tiempo sin besar a nadie que me siento como un

novato en esto. Yo no sé cuántos besos ella haya dado en la vida, sólo sé que este no quiero que sea

el último que me dé.

Isa suspira y luego sonríe.— Tienes nieve por todo el abrigo.— Me dice tratando de bajar un poco la

intensidad del momento ya que es un poco necesario.

—Tu también lo tienes por todo el cabello, creo que debería regalarte una boina parisina de

cumpleaños.— Contesto y ella sonríe.

Es evidente que los dos sabemos que a partir de ahora las cosas han cambiado, que ya no podremos

vernos igual y que posiblemente tengamos que hablar al respecto sin embargo, ella me vuelve a

abrazar, coloca su cabeza sobre mi pecho y me envuelve con sus brazos. Yo cierro los ojos, Isa mi

pedazo de felicidad que entró a mi vida sin que yo lo esperar no quiere hablar, no quiere averiguar por

ahora a donde irá esta situación, sólo quiere sentirme cerca y yo a ella y haré lo que desee, al fin y al

cabo, es su cumpleaños y sus deseos son órdenes.

—Hueles a chocolate Quentin.— Murmura.

—Hueles a Jazmín, Isabel. — Contesto y después de ahí, se hace el silencio.


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