El CEO se Entera de Mis Mentiras

Chapter 59



Capítulo 59

Raquel no respondió.

Las sirvientas, al instante, la ridiculizaron : -Raquel, ¿acaso te crees la señorita de la familia Pérez? Te digo que las únicas señoritas aquí son Rosa y Ana.

Otra sirvienta también se burló: -Claro, la señorita Rosa es ahora la asistente del Invencible, y la señorita Ana es la futura señora Díaz. Tú no eres nada en comparación.

-¡Apúrate a llevar las trufas!

Las dos sirvientas despreciaban a Raquel, pero ella no dijo nada. Tomó las trufas y se dirigió

hacia la habitación.

Al entrar al salón, Alberto, quien estaba conversando discretamente con varios presidentes, vio a Raquel. Se malhumoro.

¿Raquel no era hija de la familia Pérez? ¿Por qué estaba trabajando como sirvienta?

¿Era ese el trato que recibía en casa Pérez?

Alberto soltó un resoplido frío en su interior. Ella le había dado golpes y patadas, pero ante los

demás no se atrevía a resistirse.

Ella solo se atrevía a maltratarlo a él. 1

Raquel entró en la habitación, que estaba vacía. Colocó las trufas sobre la mesa.

En ese momento, percibió un olor. Aunque era incoloro e inodoro, Raquel logró detectarlo con su agudo sentido.

Raquel cerró los ojos y cayó desmayada sobre la cama.

Poco después, la puerta se abrió con un crujido. Una figura se deslizó sigilosamente dentro.

Era Gonzalo García, el sobrino de María, un hombre ocioso y sin oficio.

Gonzalo se acercó a la cama, observando a Raquel con una mirada lasciva: - ¿Cómo es que mi tía no me había dicho que esta muchachita del campo era tan guapa? He tenido mucha suerte

en encontrarla.

Gonzalo extendió la mano para desvestir a Raquel: -Bella, no me culpues, culpa a ti por obstaculizar a Anita. ¿Quién te manda a seguir ocupando el puesto de señora Díaz?

—Ahora eres mía. Más tarde, María vendrá con todos, y tu honor quedará destruido. El escándalo se propagará por todo el mundo. Ni doña Isabel podrá protegerte. El presidente

Alberto te dejará y se casará con Anita.

-Voy a tomar unas fotos desnuda y algunos videos, para asegurarme de que hagas lo que yo diga. A partir de ahora, serás mi sirvienta. ¡Jejeje!

Gonzalo rió de manera repulsiva.

En ese momento, Raquel, aún desmayada, abrió los ojos y despertó.

Gonzalo se sorprendió: -Ahh... ¿Cómo es que despertaste?

Raquel, con sus ojos claros y brillantes, lo miró fijamente: -Solo estaba fingiendo desmayarme. Si no lo hacía, ¿cómo podría escuchar tan fascinante plan de María?

La cara de Gonzalo se descompuso: -Pero...noveldrama

Antes de que Gonzalo pudiera reaccionar, Raquel levantó la mano y, con un rápido movimiento, arrojó un sobre de polvo sobre él.

Gonzalo, al instante, se desplomó sobre la cama, su vista se nubló.

Raquel sonrió. No podía creer que los métodos de María siguieran siendo tan torpes. Nuevamente le había echado droga, ¿acaso no podía pensar en algo más ingenioso?

Pero esta vez, María fue aún más malvada. Mientras Ana deslumbraba al lado de Alberto en la planta baja, ella intentaba cargarle la culpa, sumiéndola en un escándalo sexual y fotos desnudas.

¿De verdad podía existir una madre que tratara a su hija de esta manera?

Raquel se levantó de la cama. Ella jugaría a su mismo juego y prepararía una gran sorpresa para María.

Ella tenía la intención de irse de allí.

Con su pequeña mano, tocó el picaporte de la puerta, intentando abrirla.

Sin embargo, en el siguiente segundo, se detuvo en seco, pues alguien estaba afuera.

Alguien venía, y estaba abriendo la puerta.

¿Quién sería?

Raquel rápidamente se escondió detrás de la puerta. Sus ojos reflejaban una fría determinación. Con la mano en la cintura, sacó una aguja plateada.

La puerta se abrió con un crujido.


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