Chapter 45
Capítulo 45
Raquel organizó su camisa blanca y luego se giró para mirar a Alberto.
El celular estaba sobre la mesita de noche, pero él no lo miraba ni lo atendía, dejando que el suave tono del celular sonara una vez tras otra.
Él no contestó la llamada de Ana.
Probablemente, esa también fue la primera vez.
Alberto, con su figura alta y piernas largas, se levantó y se quitó el traje negro.
Debajo llevaba una camisa blanca, pero la parte posterior de la camisa estaba empapada de sangre. Raquel recordó el latigazo que su abuela le había dado en la espalda.
En realidad, ese latigazo le había causado una herida profunda, pero él, con su cuerpo hombre fuerte, no mostró ningún signo de dolor en su rostro.
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Esas heridas necesitaban ser tratadas, o de lo contrario se infectarían.
Raquel habló: -Voy a tomar el botiquín y tratar la herida de tu espalda.
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Alberto giró la cabeza para mirarla, y sus labios finos se curvaron en una sonrisa atractiva: No querías ignorarme antes?
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Raquel se agachó y sacó el botiquín: -Solo no quería que mi abuela se preocupase.
Alberto se sentó en la cama. Raquel le dijo: -Quítate la camisa.
Alberto obedeció y se deshizo de la camisa blanca, revelando su torso musculoso.
Era la primera vez que Raquel veía su cuerpo desnudo. Su hombro era firme, sus músculos bien definidos, y su cintura estrecha. No tenía los exagerados abdominales de ocho bloques que uno podría ver en el gimnasio, sino una elegante y refinada línea de seis.
La forma en triángulo invertido de sus músculos se fundía hacia sus pantalones negros, y un cinturón de cuero negro y caro lo ajustaba a la cintura.
Raquel no pudo evitar sonrojarse al ver a este hombre tan impresionante.
No sabía adónde mirar.
En ese momento, la voz magnética y burlona de Alberto rompió el silencio: - Ahora estamos equilibrados.
Raquel se quedó confundida: -¿Equilibrados?
Alberto sonrió de lado: -Hace un rato vi lo tuyo, ahora tú ves lo mío. Capitulo 45
Raquel, avergonzada, respondió: ¡Yo no vi nada!
...
Alberto se rió: -Entonces, ¿por qué te sonrojas? 1
Raquel, molesta, pensó: ¡Si hubiera sabido, no lo habría ayudado!
Con un hisopo, Raquel comenzó a tratar su herida. El latigazo había sido profundo, la carne roja y blanca era espantosa de ver.
Como no se había tratado por mucho tiempo, ya estaba mostrando signos de inflamación.
Raquel intentó hacer los movimientos lo más suaves posibles para no causarle más dolor.
En ese momento, la voz de Alberto sonó de nuevo: -Esta vez fue un problema causado por Ana. Te pido disculpas en su nombre.
Las largas pestañas de Raquel temblaron. ¿Se estaba disculpando por Ana?
Él la consideraba suya desde el fondo de su corazón.
-¿Siempre haces este tipo de cosas por Ana? Ella ya manipuló a mi abuela, ¿quién sabe lo que hará la próxima vez? Alberto, tú la has consentido demasiado.
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Alberto, con su mirada profunda, parecía pensativo. Él también sentía que Ana había cambiado, se había vuelto ajena a él.
-Antes no era así.
Raquel se detuvo un momento, mientras miraba sus manos sobre su espalda: - ¿Cómo era antes?
Alberto recordó a la niña de aquellos tiempos y lentamente esbozó una sonrisa: - Antes... Ella era muy adorable, me hacía quererla mucho.
Dijo que Ana era adorable, que lo hacía quererla mucho.
Raquel sintió una punzada de ironía. ¿Y ella qué era entonces?
De hecho, siempre había querido preguntárselo, ¿qué era ella para él?
¿Qué significaba su historia con él?
Él solo tenía a Ana en su mente y en su corazón, jeste Alberto ni siquiera la recordaba!
Raquel, enojada, apretó el hisopo de algodón y lo metió con fuerza en su herida.
¡Zas!
El dolor repentino hizo que Alberto soltara un gemido ahogado, su rostro palideció: -Raquel, ¿lo hiciste a propósito?
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