El CEO se Entera de Mis Mentiras

Chapter 107



Capítulo 107

Ana sorprendió a Raquel invitándola a tomar un café.

Raquel no respondió, y Ana levantó las cejas sonriendo. -¿Qué pasa, Raquel? ¿No te atreves? Últimamente has ganado varias batallas, estás en tu mejor momento, ¿tienes miedo de mí?

Raquel esbozó una ligera sonrisa y dijo: -Está bien, te veré en un rato.

Colgó el teléfono y se preparó para salir.

Ding.

En ese momento, su WhatsApp sonó; era un mensaje de Rodrigo con una propuesta de cirugía.

Rodrigo: Maestra, esta es una cirugía complicada con la que me encontré la semana pasada. ¿Podrías darme tus indicaciones cuando tengas tiempo?

Rodrigo era el rector de la Universidad del Futuro, además de ser su discípulo. Rosa también provenía de esa universidad y era una de las alumnas más queridas por Rodrigo.

Gracias a la fuerte recomendación de Rodrigo, Rosa había logrado convertirse en su asistente.

Así que, en cierto sentido, todos ellos eran sus discípulos.

Raquel respondió con una sola palabra: -Está bien.

Media hora después, Raquel llegó a la cafetería y vio a Ana de inmediato.

Ana no estaba sentada esperándola; más bien, se encontraba de pie en las escaleras esperándola.noveldrama

Raquel subió las escaleras y le dijo: -Ana, creo que nuestra relación aún no es lo suficientemente cercana como para tomar un café juntas. Si tienes algo que decirme, dilo directamente.

Ana, con tacones de cristal y un vestido rojo sin tirantes que la hacía parecer la estrella del baile, sonrió seductoramente. -Raquel, felicidades, ganaste en la rueda de prensa.

-Gracias. -respondió Raquel con frialdad.

-Pero, ¿y qué si ganaste? ¿Podrás conseguir a Alberto?

Raquel levantó la mirada hacia Ana, pero no dijo nada más. -¿Y qué?

-Así que...

Capitulo 107

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Ana, con el rabillo del ojo, vio que la puerta principal de la cafetería se había abierto y una figura masculina, atractiva y elegante, entraba.

Ana se acercó al borde de la escalera y, bajando la voz, le sonrió a Raquel. - Raquel, temo que te olvides de tu lugar al sentirte triunfante, jasí que ahora voy a devolverte a tu estado original!

Y, dicho esto, Ana tiró de la manga del vestido de Raquel. Raquel, asustada, gritó: —¡No! ¡Ah!

Ana cayó por las escaleras.

Raquel, con una leve sacudida en las piernas, no entendía qué juego estaba jugando Ana, pero esta vez parecía que Ana se había hecho daño de verdad.

En ese momento, una voz grave y fría la llamó: -¡Ana!

Raquel levantó la vista y vio a Alberto.

Alberto había llegado.

Raquel entendió al instante lo que Ana estaba haciendo.

Cuando Alberto entró, vio a Ana rodando por las escaleras y corrió hacia ella rápidamente: -¡

Ana! ¡Ana!

Raquel bajó las escaleras y, con calma, le dijo: -Alberto, esta misma jugada la está repitiendo. No me digas que no te das cuenta de que fue ella misma quien se tiró por las escaleras.

Ana, sudando frío y con la cara pálida, exclamó: -Alberto, mi pierna... me duele mucho la

pierna...

Alberto miró sus manos, que estaban calientes y mojadas, y al fijarse, vio que estaban cubiertas de sangre. La pierna de Ana estaba gravemente herida y sangraba abundantemente.

Alberto no miró a Raquel en absoluto, simplemente levantó a Ana en sus brazos para llevarla al hospital.

Raquel, desde atrás, le gritó: —¡Alberto, no te dejes engañar por ella!

Alberto se giró lentamente, y con sus ojos fríos y afilados, la miró un momento. - Raquel, ¿cómo puedes ser tan fría? ¡Ana es bailarina! ¡Sus piernas son su vida! Ahora se ha lastimado

una pierna.

Alberto se dio la vuelta y se fue, cargando a Ana.

Raquel se quedó paralizada en el mismo sitio. ¿Le había dicho que era fría?


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