Despidiéndose de mi amor

Capítulo 54



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La venganza es un asesino muy despiadado, y la verdadera falta de compasión puede ser así.

Silvia apretó los labios con fuerza, ni siquiera sentía el fuerte dolor en la palma de su mano.

Antes, el grupo Orellana estaba en manos de su hermano menor, Antonio, y aunque había sufrido ciertas pérdidas, al menos seguía existiendo. Pero ahora, incluso el último rastro del legado que su padre le dejó había desaparecido por completo..

Silvia entendió con claridad que Julio estaba haciendo todo esto como venganza contra ella. Mirando el terreno baldío que una vez fue un lugar próspero, sintió un dolor en la garganta y casi derramó grandes lágrimas: -Según la ley del más fuerte, como presidente del grupo Ferrer, tienes la última palabra.

No se dio cuenta de que su voz se había vuelto ronca.

Julio no esperaba que, incluso en esa situación, Silvia aún se negara a admitir que no había perdido la memoria. Él pensó que después de presenciar esa escena, ella lo interrogaría, lloraría, haría un escándalo, pero no hizo absolutamente nada de eso. Antes, cuando Silvia lo miraba, había vida en sus ojos, no como ahora, tan serena como un mar muerto.

Julio sintió un fuerte dolor muy punzante en el corazón, agarró con firmeza la barbilla de ella con manos largas: -¡Incluso tú fuiste vendida por la familia Orellana a mí! Dices que lo olvidaste, ¿crees que todo desaparece? ¡No voy a dejar que te cases con nadie en esta vida!

El borde de sus ojos se volvió rojo, perdiendo completamente la

compostura.

Los labios pálidos de Silvia se entreabrieron con ligereza: -Pero en mi memoria, tú no existes. ¡La esposa que querías ya está muerta!

Las palabras de Silvia enfurecieron por completo a Julio.

-¡Si olvidas, entonces recuérdalo para mí! ¡Incluso si tienes que resucitar después de muerta, hazlo por mí!

Diciendo eso, Julio se abalanzó sobre ella como si estuviera fuera de

sí, ignorando por completo los intentos de Silvia por liberarse.

-Julio, ¿qué estás haciendo? ¡Déjame ir ahora mismo, o te

demandaré por secuestro!

Julio ignoró totalmente a Silvia y rasgó su cuello de su vestimenta.

-¿Olvidaste quién soy yo? ¡Te ayudaré a recordarlo!

Con violencia, mordió los labios rojos y seductores de Silvia.

-Mmm... Julio, mmm....

En ese momento, sonó el teléfono con urgencia. Era una llamada de la madre de Julio, Nadia. Julio la soltó para contestar en se

momento el teléfono.

-¿Julio, has llegado? Date prisa, todos te están esperando.

Esa noche, los padres de Julio habían organizado una cena en el restaurante número uno para celebrar el día festivo y habían invitac a grandes personalidades muy prominentes de la sociedad.

Al ver que Julio la soltaba, Silvia abrió con gran agilidad la puerta y salió del coche directamente.

-Señor Ferrer, no hay nada más que discutir. Me voy.

Temía que Julio hiciera algo extremo y quería alejarse de allí lo antes posible.

Mientras Julio seguía al teléfono, miraba la figura de la mujer huyendo, su mente llena de las palabras que acababa de decir, sus ojos se volvieron rojos.

Silvia, ja menos que él muriera, no podría escapar!

En ese momento, frente al restaurante número uno.

Oscar, con una gorra y una mascarilla, estaba parado en la entrada del restaurante. Miró hacia el lujoso coche estacionado frente al restaurante. Cuando David salió del coche, los brillantes y hermosos ojos de Oscar, envueltos en un aura fría, parecían una versión reducida de Julio.

-Atreverte a intimidar a mi mamá, ¡no me culpes después!

Después de que David entrara al restaurante, Oscar sigilosamente lo siguió.

Una camarera lo detuvo y le preguntó con amabilidad: -Niño, no puedes jugar aquí, ¿lo sabes?

Oscar levantó rápidamente la vista

hacia ella y le dijo con una voz suave: -Señorita, estoy aqui con papá, él está adentro. Read the latest

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La camarera, al ver la apariencia elegante del niño, no dudó en s palabras.

-¿Te llevo a encontrar a tu papá entonces?

Cuando la camarera estaba a punto de tomar la mano de Oscar, ébsen apartó silenciosamente: -No es necesario, gracias, señorita. The

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Después de decir eso, corrió sagazmente hacia adentro.

La camarera se sintió un poco decepcionada, pero al ver a un niño

tan findana

pudo evitar suspirar. Read

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-Hay tantos niños traviesos, cada vez hay menos con buenos

modales y una buena situación económica.

Poco después de que Oscar se fuera, Julio también llegó al lugar.


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